Entré a la fuente de la dulzura,
hacia el placer, te busqué,
como un loco, anhelaba, tenerte.
Como el ciego, que desea ver.
Temblores corporales,
alucinación, deseo, frenesí.
He intentado mantenerme a flote,
y sabiendo, que merezco morir.
Tal vez, he buscado demasiado,
donde es imposible encontrar.
He mirado hacia adelante,
para saber que, en efecto, no estás.
Busqué el color de tu nombre,
busqué el sabor de la alegría,
busqué el sonido suave y delirante,
que endulzara tu oído.
Pero todo parece haber cambiado.
Es igual, y a la vez, diferente.
Tanto, que lo que parecía a color,
hoy se torna gris.
Y ¿de qué sirve, vivir,
sin corazón?
Al final, vivir,
pero, ¿por qué?
Mis ojos hoy se llenan de lágrimas,
lágrimas que crecen al recordar,
estos momentos tan bellos,
inauditos, y por ser raros, especiales.
No puedo llorar, aunque por dentro,
estoy allanado, desbaratado, adolorido.
Golpeado, por una expectativa irreal.
Sencillamente, no hay nada garantizado.
Y me duele, intentar, sin lograr.
Me duele, disfrutar a tope,
y encontrarme, con aquel gesto,
que indica, inercia.
No lo entiendo.
No se lo que hay ahí dentro.
Por eso, estoy llorando,
y mi llanto es silente.
Mientras ella, seguirá
viviendo en un mundo abstracto.
Ese, que ni ella entiende.
Y ella, sonreirá, hacia otro lado,
el lado opuesto de mi rostro.
Aunque de cuando en vez, me de un beso,
poco a poco, me hará desaparecer de su mundo.
Me duele, tener que admitirlo.
Soy como esa pequeña hormiga,
que pretende detener con su mano,
la fuerza de un tren.
Cuando ella se vaya,
el tren, aplastará a la hormiga,
y entonces, en vida, moriré.
Comentarios
Publicar un comentario