Ni la tarde que despide el día
Ni el amanecer que despide la noche
Pueden competir con el ámbar de tus ojos
Ni las cascadas de Matagalpa
Ni las del Niágara
Pueden competir con el esplendor de tu cabello
Ni las nubes en el cielo de San Rafael,
ni los algodones de León
Pueden competir con la suavidad de tus manos.
Tus ojos, tu cabello y tus manos
elevan un único y sacro canto.
Benditos los que ven en ti mas que tu cuerpo
y tu belleza, gentileza y la mas pura nobleza.
Ni el amanecer que despide la noche
Pueden competir con el ámbar de tus ojos
Ni las cascadas de Matagalpa
Ni las del Niágara
Pueden competir con el esplendor de tu cabello
Ni las nubes en el cielo de San Rafael,
ni los algodones de León
Pueden competir con la suavidad de tus manos.
Tus ojos, tu cabello y tus manos
elevan un único y sacro canto.
Benditos los que ven en ti mas que tu cuerpo
y tu belleza, gentileza y la mas pura nobleza.
Comentarios
Publicar un comentario