Yo moriré y tu morirás,
y mi tristeza conmigo permanecerá.
Anhelo el día de mi muerte,
para dolor ya no sentir, y dormir sin despertar.
Porque cada vez que te veía,
recordaba el cielo y el mar,
aquellos destellos de luz azul.
Esas partes secretas reflejadas en tu vestido.
Soplaban los vientos dolorosos del sur
destruyendo todo lo que quedaba de mí,
y estabas ahí, tú, vestida de azul.
Y casi toqué tu silueta de sirena.
Y ¿sabes que tenían tu y el cielo en común?
El cielo se despejaba de nubarrones negros,
y tu me despejabas a mi,
cuando te vestías de azul.
Eras una perla extraña de esas que casi nunca se hayan,
inalcanzable, sencilla inescrutable
que temblar me hacia.
Mas yo fingía odiarte, cuando de veras te quería.
Como la tarde azul, del bosque,
en ti un trozo de mar o del cielo,
Tu y tu vestido azul,
guardado junto al recuerdo secreto.
Haz que ese, sea ornamento fijo de tu vestido,
para que recuerdes, aquella vez que tu sudor,
estaba en mi piel, y que en la imaginación,
ocurra aquello otra vez, pero sin mi y sin ti.
Por que como las nubes que se reflejan,
en el agua clara, y se torna azul por el firmamento,
mi sonrisa se reflejaba en la tuya,
y mi contento, en tus ojos se veía.
La alegría un día dejó de fluir,
como deja de fluir el río que se seca,
y como pronto dejara de fluir,
la sangre de mis venas.
La brisa cesará su encanto,
y este mar y su llanto,
memoran tu danza,
tu vestido azul.
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