Agradezco tu desprecio.
Espero que sea eterno.
Espero que mis pupilas
desgastadas sigan reteniendo,
las lágrimas que llevo dentro.
Porque la tristeza,
me alcanza donde sea que vaya.
Porque si saliera fuera de la tierra,
o me sumergiera debajo del océano,
su luz tenue. Me atraparía.
y Agradezco tu desprecio,
y tus mil y una negaciones,
hacia mi amor. Y tus mil
y un asentimientos hacia
mi dolor , y mi lamento.
Tú lo has dicho. Quizá no soy normal.
Amo con locura. Amo con dulzura.
Y en las inmediaciones de la noche,
mi llanto me despierta.
Y me pregunto: ¿por qué otra vez?
Mi aflicción llegó a ser,
intolerante, aún para mi mismo.
Ojala tuviera la mano de un amigo.
Ojalá estuvieras aquí conmigo.
Ojalá me perdonarás, y una canción susurráras a mi oído.
Me siento ridículo.
¿Acaso el miedo está conmigo y también la tristeza?
Sínico. ¿Cómo espero recibir,
lo que tal vez, sea incapaz de dar?
Es una pena intentar, y no poder olvidar.
Es que todo salio mal.
Tu rechazo era inminente.
Más ahora, al no poder aferrarme,
ni a la lejana, y débil posibilidad,
de charlar al menos contigo. Ese es mi castigo.
Desde un inicio debí decírtelo.
Debí llamarte, sin esconderme.
No debí temer tu rechazo.
Debí pronunciar tu nombre
cuando te tuve cerca.
Y ahora, ya ni eso puedo.
Que días difíciles me esperan.
Cuando te vea caminar, y tu cabello
negro se mueva al ritmo de tus pasos,
y quizá, ya no te deba saludar.
Y entonces yo diré en mi mente,
¿Sabes Oljaví? No importa. Yo así te quiero.
En silencio eterno. Así como eres.
Los quiero. A ti, y a tu desprecio.
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